Aileen Wuornos cazaba hombres como desahogo de un infierno viejo. Los enganchaba con coqueteo, los llevaba a lo oscuro, los hacía desnudarse… y en el momento en que quedaban indefensos, les descargaba una lluvia de balas, no para sobrevivir, sino para saborear la venganza que no tuvo de niña.
Los cuerpos quedaban exhibidos, humillados, marcados por su furia. Un criminólogo detectó esa firma emocional: solo una mujer con odio en la sangre podía disparar así. Cuando Tyra, su pareja, ya no soportó la espiral de sangre, la entregó. Pero para entonces, Aileen ya había convertido cada disparo en un ritual de castigo.
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Published on 1 week, 3 days ago
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