Nos encontramos con una economía fosilizada, sin innovación y en la que los recursos productivos no van al destino en el que son más necesarios. Injusto, ineficaz, malo para el empresario, casi peor para el trabajador, demoledor para los jóvenes, dañino para los sueldos… El esquema de las indemnizaciones por despido en España lo tiene todo (lo malo), pero es intocable. Los que ya han acumulado sus "derechos" no quieren ni que se hable del tema. Los que encadenan contratos temporales no asocian su situación a ese coste y aspiran a uno fijo para comenzar a llenar su bolsa. Y entre unos y otros, nos encontramos con una economía fosilizada, sin innovación y en la que los recursos productivos no van al destino en el que son más necesarios. Esta semana, en Economía Para Quedarte Sin Amigos nos metemos en otro lío: el coste del despido y las pésimas dinámicas que genera en la economía española. Nuria Richart y Domingo Soriano nos propondrán un análisis crítico del sistema actual. Y sí, les diremos a nuestros oyentes que indemnización que han acumulado no solo es "injusta para el empresario" sino que está "destrozando la economía española".Un sumidero de productividad Para ilustrar nuestro argumento, plantearemos tres ejemplos reales que reflejan cómo el coste del despido pervierte las decisiones económicas. Cada oyente podrá poner sus propios casos. Todos ellos con un elemento común: no se hace lo que sería mejor en términos de productividad o eficiencia… sino lo que protege la indemnización. El primer caso es el de un amigo de más de 40 años que no se "atreve" a dejar su trabajo para emprender un proyecto empresarial interesante por miedo a perder la indemnización acumulada. El segundo ejemplo es el de un joven al que despiden de una empresa en la que le iba bien y cuyos jefes le dedicaban "palabras espectaculares". ¿La razón del despido? Era el que menos indemnización había acumulado, mientras que un compañero "vago e intocable" seguía en la empresa. El tercero trata sobre una empresa que subcontrata un puesto importante (Recepción) porque Recursos Humanos les "prohíbe" contratar directamente. La lógica es que "todo lo subcontratable se subcontrata" para que la organización tenga "menos obligaciones", de modo que si un día se requiere menos personal, "no hay más que cambiar el contrato" de la subcontrata. Todos conocemos casos similares. Pero casi nunca nos preguntamos cuál es el impacto de este sistema, más allá de los casos individuales. Pues son muchos y muy relevantes. La riqueza de un país está determinada por su productividad (hacer más con menos y mejor). La clave económica reside en asignar los factores productivos, incluido el talento, a su "mejor uso". Sin embargo, en España, millones de decisiones se toman en función del "coste del despido", y no de lo que es mejor para la empresa o el trabajador. Este modelo lastra decisiones cruciales que "destrozan la productividad": Contratar o no. Formar o no (al trabajador o a uno mismo). Trabajar duro o no. Forjar una relación de largo plazo con la empresa o no. Como resultado, se genera un "clima de constante desconfianza" entre empresario y trabajador, y un "miedo (terror)" entre los empleados con mucha antigüedad (los "intocables") ante la posibilidad de ser despedidos. A nadie le gusta mucho el resultado final. Ni al empresario, porque se atado y con numerosas restricciones a la hora de organizar su fuerza laboral; ni al trabajador, que querría una carrera con más alternativas, pero siente que no puede dejar atrás lo acumulado. Por eso, como alternativa al sistema actual, analizaremos la famosa "mochila austriaca", una propuesta que se debatió mucho entre 2010 y 2014 y que ha caído en el olvido. Estamos ante un sistema de capitalización individual que podría aplicarse a los nuevos contratos y que serviría como red de protección en caso de despido, pero no como freno para las empresas a la hora de tomar este tipo de decisiones, ni como lastre al trabajador que quiere buscar
Published on 14 hours ago
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